Nació en el seno de una familia acomodada. Fue discípulo del pintor y grabador Carlo Maratta, entonces en la cumbre de su prestigio en la capital italiana, con el que restauró los frescos de Rafael Sanzio en las dependencias vaticanas e intervino en la decoración de la capilla bautismal de San Pedro junto con su maestro y Andrea Passeri. Pronto se convirtió en uno de los artistas más relevantes de su tiempo, muy estimado en los círculos de poder.
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