El ejecutivo en la Revolución liberal
Los acontecimientos Cuando el 10 de abril de 1808 el rey Fernando inicia el viaje que diez días después le llevará a Bayona, deja constituida una Junta Suprema de Gobierno presidida por el infante don Antonio e integrada por Sebastián Piñuela, Miguel José de Azanza, Gonzalo O'Farrill y Francisco Gil de Lemus [1], que, aparte de ser descabezada prontamente (4 mayo) por la forzosa salida hacia Francia de su presidente, sólo contaba con unas instrucciones verbales para cumplir la misión encomendada. Advertido Napoleón el 5 de mayo de 1808 de los trágicos y sangrientos sucesos acaecidos en Madrid tres días antes, conmina a Fernando para que reconozca ese mismo día a su padre Carlos como rey de España. Ante tal circunstancia, Fernando, guiado por la previsión política, se apresura a dictar sendos decretos: uno lo dirige a la Junta de Gobierno encargándoles que en caso de ser encarcelado buscasen un lugar seguro, asumiesen la soberanía y declarasen la guerra; el otro tiene como destinatario al Consejo Real al que da a conocer su determinación de que fuesen convocadas Cortes con el fin de «proporcionar los arbitrios y subsidios necesarios para atender a la defensa del reino, y que quedasen permanentes para lo demás que pudiese ocurrir».
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