San Miguel de Lillo cumplía la función de capilla real del amplio conjunto arquitectónico, y estuvo inicialmente consagrada a santa María (848). Sin embargo, en el s. XIII se derrumbaron casi dos terceras partes del edificio, y el altar dedicado a la Virgen fue trasladado a la antigua aula palacial, que se convirtió entonces en iglesia de Santa María del Naranco, mientras los restos de la primitiva capilla quedaban bajo la nueva advocación de San Miguel.
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