Se conoce con este nombre la medalla acuñada por iniciativa de las instituciones y corporaciones locales españolas y que, en los actos de proclamación y jura de los reyes, se distribuía a los asistentes. Estas medallas, que responden a una costumbre de los reinos hispánicos, se acuñaron tanto en la Península como en los virreinatos americanos, y se documentan desde Felipe II (1556-1598), aunque no hay que excluir anteriormente un fenómeno similar. En un principio se trata en general de piezas de escasa calidad artística, realizadas por plateros y artesanos locales, que suelen presentar en su anverso una efigie identificable con el monarca y en el reverso algún emblema de la localidad en que se emiten. En el s. XVIII, dentro de la política de calidad artística de la medalla, se tendió a englobarla en las tendencias propugnadas por las Academias. En esta línea se sitúan las medallas de proclamación de Carlos III (1759-1788) en Madrid, obra de Tomás Francisco Prieto...