Introducción Cualquier sistema puede definirse como un conjunto de objetos y de relaciones entre estos objetos y sus atributos. A partir de esta noción general, es posible definir el sistema político tanto tomando en consideración las instituciones y sus relaciones como ampliando el campo de observación a las circunstancias sociales en que tales instituciones se insertan y se desenvuelven. Sabido es que en Europa, por influencia del historicismo, primero, y de la ciencia política norteamericana, después, los estudios constitucionales, eminentemente jurídicos en una primera fase, tendieron, ulteriormente, a transformarse en análisis politológicos de los procesos de poder. Sin embargo, en una tercera fase, se produce una juridificación del sistema político como realidad institucional y como estructura conceptual. En efecto, las Constituciones dejan de ser nominales y pasan a ser normativas, con enérgica pretensión de validez, ya directa, ya a través de la vinculación de legisladores, gobernantes y jueces a los valores en ellas enunciados.