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Historia

El proceder de los oficiales reales se generalizó bajo el reinado de Alfonso XI (1312-1350) y, sobre todo, a partir del ordenamiento de Enrique II (1369-1379) a las Cortes de Toro (1371), que decretó que los “hombres buenos” designados por el rey tenían como función inspeccionar y sancionar, si era necesario, la gestión de los adelantados, merinos y alcaldes, y de rendir cuentas anualmente al monarca de su misión fiscalizadora. En las Cortes de Toledo (1480), los Reyes Católicos fijaron con más precisión las prerrogativas de los inspectores reales, quienes tenían que visitar una vez al año las comarcas adscritas a su inspección.

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